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El bullying, que podría ser traducido como “acoso escolar”, se trata, en definitiva, de un comportamiento agresivo, donde existe un desequilibrio de poder: uno o más niños que abusan de su “poder” sobre otro compañero en situación de debilidad respecto a ellos. El bullying es un problema antiguo, no exclusivo de la época actual, una realidad que se ha dado siempre en la infancia; sin embargo, la difusión de casos graves a través de los medios de comunicación ha resaltado la importancia de este problema que puede tener serias consecuencias en todos los implicados, sobre todo en los niños intimidados que incluso pueden llegar al extremo del suicidio.

Los niños que intimidan utilizan su poder fundamentalmente para dañar y controlar a otros compañeros. Se trata de un comportamiento repetido, o al menos el niño víctima del abuso siente que existe potencial de repetición. El bullying puede ocurrir durante o después de las horas escolares. En su mayoría sucede en el colegio, pero también ocurre en el patio, en la calle, en el autobús; o se puede acosar con las nuevas tecnologías, con mensajes de WhatsApp o a través de Internet.

Los tipos de acoso escolar son variados. El más directo es el verbal: insultos, burlas, amenazas, difusión de rumores, comentarios sexuales inapropiados, divulgación de información vergonzosa, ataques a la popularidad… Multitud de formas de acoso que también pueden realizarse por escrito. Otra forma de bullying es el físico, que puede ir desde amenazas de daño físico o a las posesiones, hasta llegar a torturar. También puede darse acoso social, como excluir o aislar a alguien de un grupo, decir a otros niños que no sean amigos de alguien, herir la reputación o las relaciones difundiendo rumores, o avergonzar en público.

Muchas veces, por desgracia, se dan los tres tipos de acoso a la vez, siendo estas las formas más graves. Se ridiculiza e insulta al niño públicamente y además se le golpea, pellizca, escupe o le rompen sus cosas. Para entender las consecuencias del bullying en la infancia, debemos ponernos en el lugar de un niño que con once años sufre este tipo de acoso día tras día cuando va al colegio. En definitiva, una verdadera tortura.

Para prevenir y responder eficazmente al acoso escolar lo primero es ser conscientes de que los niños están siendo víctimas de bullying, o de que están sometiendo a otros niños a bullying. La capacidad de detección es muy baja: en 2016 en la Comunidad de Madrid sólo el 0,01 % del total de alumnos de la región padeció bullying, una cifra seguramente inferior a la real. Para la detección es muy importante conocer bien a los niños, hablando y dialogando diariamente con ellos, sobre la dinámica que tienen en su día a día, sobre sus amigos y sus relaciones sociales. Es importante conocer los amigos y los lugares que frecuentan.

Si hablamos de la importancia de conocer a los niños, en la sociedad actual hay dos lugares importantes que explorar: internet (las redes sociales) y el móvil, ya que hay un tipo concreto de bullying realizado por estos medios, el llamado ciberbullying. Los niños han de ser conscientes de que los padres tienen la responsabilidad de revisar sus comunicaciones para detectar si existe un problema, aunque hacerlo no resulte sencillo, pues los niños han de tener la sensación de que son libres cuando se comunican. Para intentar alcanzar un equilibrio es muy útil establecer en común las reglas sobre el uso del ordenador, del teléfono y de otras tecnologías: cuándo pueden estar conectados, con quién, qué sitios pueden visitar, quién quieren que acceda a su información, cómo manejar las contraseñas, etcétera. Deben sentirse seguros durante el uso de la tecnología.

Una vez que conocemos bien a los niños, el siguiente paso es establecer la mejor herramienta para detectar el bullying: la confianza. Los niños deben confiar en sus padres, de manera que puedan decirles de inmediato si ellos, o alguien que conocen, está siendo objeto de bullying.

Si conocemos a los niños y tenemos una relación de confianza con ellos lo habitual es que se detecte el acoso escolar si este existe. Pero para prevenirlo, tanto para que no lo practiquen como para que no lo sufran, es trascendental trabajar con ellos la autoestima y valores positivos como la amistad o la solidaridad. Los niños han de ser conscientes de que ni ellos ni nadie debe decir, escribir o hacer algo que pueda dañar o avergonzar a nadie, ni a ellos ni a otros. Una vez que algo se dice, se publica o se hace, se pierde el control sobre sus consecuencias. Además de trabajar valores positivos y hacerles conscientes de que estas acciones son perjudiciales para todos los implicados, es fundamental inculcar en ellos la necesidad de la denuncia precoz de los posibles casos de acoso. Muchas veces solo ellos saben lo que realmente sucede en la clase o en el patio del colegio.

Una vez detectado el bullyin se ha de trabajar a varios niveles. En un primer estadio, coordinar las acciones con el colegio, para lo cual puede ser muy útil consultar con un especialista, que puede ser del propio colegio. Esta tarea de coordinación debe ir dirigida inicialmente a conocer de forma amplia el tipo de acoso y su severidad: qué niños están implicados, cómo lo hacen, en qué lugares. Hay que identificar el “círculo del acoso”, que incluye a los niños que directa e indirectamente, activamente o pasivamente, están involucrados en el acoso, así como aquellos que ayudan o defienden al niño intimidado. También es fundamental saber cómo está respondiendo el niño, si con agresividad, pasivamente, o buscando ayuda.

Conocido el “círculo del acoso” el siguiente paso es abordar el problema con los niños, ofreciendo confianza a todos los implicados, intentando no etiquetarlos, ni a los niños víctimas de bullying ni a los que intimidan. Los niños pueden cambiar, y deben saber que pueden hacerlo; y también que los adultos confían en que lo hagan. Por otro lado, se debe intentar reforzar un comportamiento positivo en los intimidadores y en los niños víctimas del acoso. Han de ser conscientes de que el acoso es un problema muy serio y que puede tener graves consecuencias. Pero más importante aún es que puedan interiorizar valores positivos, como el compañerismo o la generosidad. El refuerzo de valores es más complejo que crear miedo entre los niños implicados en el bullying, pero a la larga ofrece, sin duda, mejores consecuencias para todos ellos.

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